“Y tú: ¿qué estás buscando?”
La Epifanía del Señor Ciclo “C”
Is 60, 1-6
Sal 71
Ef 3, 2-3
Mt 2, 1-12
Qué atractiva resulta esta historia que hemos escuchado el día de hoy: Dios se manifiesta a tres reyes por medio de una estrella, los cuales buscan al Niño Jesús para adorarlo y ofrecer sus cofres-tesoros.
En esta historia, hay algunos elementos que resaltan indirectamente en este acontecimiento. El viaje realizado por los magos, no fue nada sencillo. Primero que nada, ellos, siendo reyes, sienten la corazonada de salir en busca de un infante, de un Rey que había nacido. Ellos debieron de tener una gran confianza en Dios. Igual nosotros, como los magos, debemos de confiar en Dios, confiar en las señales que nos envía.
Esta visita dada en el lugar que se encontraba la Santa Familia, contrasta con a figura del régimen deaquellaépoca: encuentran a un niño recostado en un pesebre, en un establo (probablemente), en condiciones sumamente pobres. Ya desde este acontecimiento, Dios nos manifiesta que su reinado se da desde la pobreza, nunca sobre el lujo-poder humano. Y es esta imagen la que Dios quiere tocar hoy, que su manifestación es para todos: para los pastores y los Reyes, para los pobres y los ricos, para los humildes y poderosos, para los judíos y los no judíos.
El hombre constantemente esta en la búsqueda de Dios, y este Niño, Jesucristo, viene a ser el medio por el cual se nos revela el Padre. Dios ha querido respondernos desde su Hijo muy amado para hacerse cercanos a su pueblo fiel. Jesucristo viene a ser el Camino, la Verdad y la Vida para llegar a Dios. Los Reyes buscaron y encontraron a Dios en este niño. Y lo hicieron desde la prontitud, obediencia, diligencia, humildad.
A ellos no les importo buscar un Rey en otro país, ni el largo camino que realizaron, ni que la estrella desapareciera por un momento. No les importo encontrarse con un Dios en medio de la pobreza. Ellos sabían que lo importante era encontrarse con ese Rey. Tú: ¿qué estas esperando? No dudes en salir a buscar al Salvador que nos ha nacido.
Como estos reyes, ofrécele regalos, abre el cofre de tu corazón. Todo el adviento fue un preparar el pesebre para el nacimiento del Niño Dios. Ese pesebre fue nuestro propio corazón. Hoy, hoy abre ese tesoro y ofrece lo que hay en ti: oro, como el amor que tienes y le entregas a Dios; incienso como la oración que se eleva al cielo; mirra el trabajo, sufrimiento, dificultades (toda tu humanidad) de nuestra vida en Dios.
Dios llama de diferentes maneras, hoy es un claro ejemplo de ello. No importa la nación, el origen, la raza, el pueblo, la creencia. El toca el corazón del hombre y nos muestra a Jesucristo, el Salvador, Dios vivo y Verdadero, ante el cual nos postramos y lo adoramos. Busquemos siempre a Jesús, sigamos su camino, ofrezcamos nuestra propia vida como la mayor adoración que podemos hacerle.
Pbro. José Gerardo Moya Soto