“Ahora es el día de la salvación”
Miércoles de Ceniza
Jl 2, 12-28
Sal 50
II Co 5, 20-6, 2
Mt 6, 1-6. 16-18
Hoy, miércoles de ceniza, comenzamos un nuevo camino cuaresmal, un camino que se extenderá por cuarenta días y nos conduce al gozo y alegría de celebrar la Pascua del Señor, la victoria de la vida sobre la muerte.
Las lecturas propuestas para esta celebración litúrgica nos ofrecen algunos puntos que, con la gracia de Dios, estamos llamados a convertirlos en actitudes y comportamientos concretos en nuestra cuaresma y en nuestra vida.
“Todavía es tiempo. Vuélvanse a mí de todo corazón, con ayunos, con lagrimas y llanto”. La expresión, “de todo corazón”, es la que tenemos que comenzar subrayando. Cuando uno se convierte de todo corazón, significa que lo hace desde lo más profundo de su ser, que sus pensamientos, sentimientos, decisiones, elecciones y acciones buscan ser un gesto de entrega total y exclusiva para el Señor.
Ahora bien, cabría preguntarnos: ¿es posible este retorno a Dios? Por supuesto que sí. ¿Por qué? Porque en nuestro corazón existe una fuerza que no procede de él, sino que ha brotado del mismo corazón de Dios. Es la fuerza de la misericordia del Padre. El retorno al Señor será posible por su gracia, por su amor. Este deseo de volver a Dios solamente puede llegar a nuestra vida cuando le permitimos que nos renueve desde el interior: “¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme” (Sal 50). Hoy, nuestro corazón ha de estar disponible para el Señor, para que Él lo transforme, lo renueve y lo convierta.
“Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”. Las palabras del Apóstol también resuenen en nuestro interior. El termino “ahora”, nos indica que no se puede desperdiciar este momento, ya que se nos ofrece como una ocasión única e irrepetible. Es “ahora” que el corazón del hombre debe retornar a Dios, y para ello se nos ofrece este camino cuaresmal. En este itinerario de penitencia hemos de aprender a salir cada vez más de nuestros egoísmos, de nuestra cerrazón, para poder abrirle cada vez más el corazón al Señor.
De ahí, pues, que el Evangelio de Mateo, nos ofrezca tres prácticas fundamentales en nuestro camino cuaresmal: la limosna, la oración y el ayuno. Ahora bien, estas actitudes deben de caracterizarse por la autenticidad, por la donación del mismo corazón a Dios. Por ese motivo, el evangelista nos advierte sobre la hipocresía religiosa de su tiempo, del comportamiento de querer aparentar, de querer ser alabado y aplaudido por los demás. Aquel que dice ser discípulo del Señor, no sirve a sí mismo, o al público, sino que busca agradar a su Señor y lo debe de hacer desde la sencillez y generosidad de lo secreto: “Y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará”. Nuestro testimonio será más eficaz en la medida en que no busquemos nuestra propia gloria, sino que seamos conscientes que todo acto de desagravio busca alabar y exaltar la gloria de Dios.
Iniciemos confiados y alegres este itinerario cuaresmal. Escuchemos con ánimo la invitación a la conversión, a retornar a Dios con un corazón contrito, con un corazón arrepentido. Acojamos su gracia, la cual es capaz de hacernos hombres nuevos. Que no seamos sordos a esta llamada, sino que podamos abrirnos totalmente a la gracia salvadora del Señor.
Pbro. José Gerardo Moya Soto