“¡Ánimo! Tú puedes: sigue adelante”
Miércoles II Tiempo de Cuaresma
Jr 18, 18-20
Sal 30
Mt 20, 17-28
En este caminar cuaresmal, que nos prepara hacia la Pascua, se nos propone un excelente modelo: Jesucristo, que camina determinadamente hacia Jerusalén a dar cumplimiento a la misión que se le ha encomendado. Cristo va camino de la cruz y de la muerte; Él va a salvarnos a todos: “No he venido a ser servido, sino a dar mi vida por los demás”.
Es el camino que nosotros debemos de imitar. Lo hemos visto en la primera lectura: Jeremías había sido fiel a lo que Dios pedía de él. A pesar de las dificultades que se le presentaban por medio del pueblo de Israel, nunca dejó de confiar en el Señor.
A todos nos cuesta el camino de subida, y más cuando se sabe que al final de éste nos espera la cruz. Nos cuesta tanto trabajo que muchas veces preferimos abandonar ese camino, rechazar el proyecto de Dios en mi vida. A Jeremías le hubiera resultado más cómodo renunciar a su misión, devolverse a su pueblo y pasarla bien con los amigos. A Jesucristo le hubiera ido mucho mejor si no hubiese denunciado y echado en cara la hipocresía de los dirigentes de su tiempo.
Como cristianos, nos puede parecer mucho mejor contemplar y seguir las mismas consignas que el mundo nos ofrece, andar los pasos que todos recorren, buscar única y exclusivamente el bien personal. Pero el camino hacia la celebración de la Pascua es un camino de vida nueva: un camino de renuncia; de evitar el mal; de imitar a Jesucristo que se entrega totalmente a los suyos; de no buscar los primeros puestos, sino ser los servidores de los demás.
De nuevo nos encontramos con unos discípulos que están desconectados de la enseñanza del Maestro, puesto que no han entendido el mensaje del Señor. Pero ya todos conocemos el desenlace en la vida de los apóstoles: después ellos madurarán y no sólo serán valientes en dar testimonio de Cristo, sino que también morirán mártires, entregando su vida por Él.
Es oportuno preguntarnos: ¿Nos está ayudando la Cuaresma de este año? ¿De verdad estamos siguiendo los pasos de Cristo en su camino hacia la cruz? ¿Soy un verdadero imitador del Señor? ¿O, por desgracia, todavía estoy pensando con la mentalidad del mundo, persiguiendo éxitos fáciles y buscando ser servido? ¿Estoy organizando mi vida según mis gustos o según lo que Dios me está pidiendo?
Necesitamos tener la misma actitud del profeta. Cuando más indefenso se siente suplica Dios: “Señor, atiéndeme”. Lo mismo que el salmista: “sácame de la trampa que me han tendido… oigo las burlas de la gente… se conjuran contra mí y tratan de quitarme la vida… Pero yo, Señor, confío en ti… líbrame de los enemigos que me persiguen”. Acudamos al Señor a cada momento, pero especialmente cuando más perseguidos e indefensos nos sintamos.
Pidámosle al Señor su gracia para seguir siempre sus huellas; que podamos seguir siempre por el camino que nos ha señalado. Cuando sientas que ya no puedes más, que todo confabula contra ti, no tengas miedo, puesto que el Señor está contigo. Recuerda lo que el mismo Apóstol san Pablo decía: “Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte” (II Co 12, 10).
Pbro. José Gerardo Moya Soto