“Permanecer en el Señor”
Miércoles de la quinta semana de Pascua
Hch 15, 1-6
Sal 121
La imagen que emplea Jesús es muy sencilla y de gran fuerza expresiva: “Yo soy la vid verdadera”, llena de vida; todos los discípulos somos sarmientos que vivimos de la savia que Jesús nos da; el Padre es el viñador que nos cuida personalmente para que demos frutos abundantes.
En este texto del Evangelio, encontramos un problema: hay sarmientos secos, por los cuales no circula la savia de Jesús, discípulos que no dan frutos porque no llevan en sus venas el Espíritu del Resucitado, comunidades cristianas que no tienen como centro al Señor Jesús. Si el discípulo no puede dar fruto si no permanece en el Señor, su vida es estéril.
¿No será que por eso la forma cómo se vive la religión hoy en día en muchos cristianos, es por falta de una unidad plena con Jesucristo? Sabemos que, sin el Señor, no se puede subsistir mucho tiempo: “como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí”. Ser cristiano exige una experiencia vital con Jesús, un conocimiento interior de su persona y estar apasionados por su proyecto de salvación.
Nuestra primera tarea hoy en día es permanecer en la vid, no vivir desconectados de Jesús. Toda nuestra vitalidad nace de Él. Si la savia del Resucitado corre por nuestra vida, nos llenaremos de alegría, paz, luz. Si, por el contrario, no fluye en nosotros, estaremos secos, se nos arranca y arroja al fuego.
Cuando uno permanece en el Señor, da fruto y dar fruto es lo propio del verdadero discípulo. Es la manera de dar gloria a Dios: “la gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”. Ser cristiano no sólo será aceptar y profesar una doctrina, respetar ciertas normas morales. Mas bien se trata sobre permanecer unidos a Jesús por amor y obediencia a su palabra. Ejemplo de esa permanencia al Señor se contempla en la primera lectura: Surge una gran controversia (el problema de la circuncisión), discutiendo el tema con libertad, apertura, pero, sobre todo con espíritu fraterno, buscan resolver aquellas diferencias.
Hermanos, recordemos que, sin Jesús, no podemos hacer nada y con Él, todo es posible. Que el Señor nos conceda permanecer siempre en su amor para que así podamos dar frutos abundantes.
Pbro. José Gerardo Moya Soto